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domingo, 10 de marzo de 2013

Breve reseña de Satiricón, de Petronio

Fotografía de algunas de las fuentes que consulto para realizar este artículo

Hoy vamos a estudiar juntos un poco de la que se tiene por muchos como primera novela moderna de Occidente: Satiricón. En principio, la sátira es el único genero literario que los romanos no heredaron de los griegos; el término sátira fue en su origen: satura, y se usaba para hablar de un plato con frutas y alimentos variados, una especie de macedonia. Hoy entendemos como un libro satírico algo parecido al Satiricón, unos personajes sátiros que se mueven en un ambiente satírico, algo picante, incluso lascivo. Pero entonces, a comienzos de nuestra era, el Satiricón era otra cosa. Los griegos, ciertamente, tenían relatos obscenos, las “fábulas milesias” (recopiladas por Arístides y traducidas luego al latín), pero no eran tan sofisticadas como este y otra contemporánea suya: El asno de oro, de Apuleyo (una obra muy parecida en las formas a una novela compleja). Esta novela, Satiricón, del siglo I d.C., es una composición muy anticipada a lo que vino después y por lo que tuvimos que esperar cientos de años hasta que, de alguna manera, regresara: tanto físicamente, el texto (lo que queda de él, una décima parte de lo que se estima era el original, algunos fragmentos que quedaron eran disfrutados por unos pocos en las bibliotecas de los conventos antes del s. XII, la primera edición conocida es del año 1477. En el s. XVII, se descubrió en una biblioteca de Dalmacia un manuscrito que contenía, entre otros textos, partes del Satiricón; un fragmento más largo, La cena de Trimalción, quedaba completado, siendo objeto de una reunión de sabios en 1668 que confirmó su autenticidad. Los humanistas estaban decididos a completar los fragmentos según se iban hallando, incluso algunos se sintieron con ganas de añadir sustancia hasta completar la historia por su cuenta, diciendo uno de ellos que la había encontrado en Belgrado; la verdad, la historia de estos estudios y la reconstrucción de los libros XIV, XV y XVI del original es apasionante), como literariamente (la forma de narrar los hechos, una historia única que se bifurca en otras siempre ligadas a ella, narraciones breves, comentarios, poesía, todo en un texto que viene a reflejar la vida misma, un retrato fiel de su tiempo). Para los estudiosos, este texto constituye también una fuente magnífica para el análisis de lo que era el latín vulgar del primer siglo.

La sociedad romana de aquella época era viciosa, terriblemente entregada a los placeres de la carne, a la corrupción, a una alimentación desmedida… Esta obra no es moralizante, no es ejemplarizante, hasta el mismo autor era un libertino en mayúsculas, no pretendía cambiar las costumbres, sólo las mostraba burlonamente, su reflejo del original resulta del todo epicúreo. Dice uno de los volúmenes de Clásicos de la Literatura Universal, de Orbis: “Lucrecio, en su poema De las cosas de la naturaleza, hace un elogio de Epicuro en el que dice que fue el primero que se atrevió a mirar al cielo cara a cara sin miedo a los dioses. Petronio, continuador de él, podríamos decir que hizo también, con elegancia, algo parecido con una parte de la vida”. Según el antiquísimo historiador Tácito, Petronio, autor del Satiricón, dormía de día y vivía de noche, que era cuando tenía sus negocios y sus deleites, era un vividor, pero de arte epicúreo, primero protegido de Nerón, se ganó las envidias de otros y fue denunciado por conspiración, uno de sus esclavos fue sobornado y le acusó de ir en contra de Calpurnio Pisón. Petronio, para no sufrir aquella angustia de una amenazante muerte que se le acercaba, eligió hacer como Séneca, sólo que vendándose las venas cortadas y conversar con sus amigos hasta morir suave y lentamente. Sobre el argumento del Satiricón, resaltan lances tales que: cómo Encolpio, un joven estudiante, y su amigo Ascilto, se disputan el amor de un bello adolescente, Gitón; la crítica a la enseñanza de esa época en las escuelas, que no trata lo natural y cotidiano sino las historias de tiranos y otras fastidiosas narraciones (…Todavía la juventud no estaba limitada por este tipo de declamaciones cuando un Sófocles y un Eurípides encontraron las palabras precisas para expresarse. Todavía ningún maestrucho opaco había anulado el ingenio de sus alumnos, cuando ya Píndaro, o mejor los nueve líricos, habían sentido escrúpulos de cantar con los versos de Homero…); Gitón, rindiendo culto a Príapo, dios del amor carnal, protector de las prostitutas, los eunucos y los sodomitas, se aparea con una niña de “unos siete años” en una boda fingida; los detalles de los banquetes y las fortunas de los romanos privilegiados en ese primer período del gran Imperio Romano: su forma de vestir y ostentar en todo, los platos de comida: lirones aderezados con miel y adormideras y con salchichas calientes, debajo, ciruelas de Damasco y granos de granada imitando brasas, un papafigo gordísimo envuelto en yema picada sazonada con pimienta, ánforas de vino selladas y con un membrete que señala que el vino es de hace más de cien años, un esqueleto de plata, que simboliza que todos han de morir, es articulado por un esclavo, se recitan poemas sobre la brevedad de la vida, se sirven aves cebadas y tetinas de cerda, una liebre adornada con alas como un Pegaso, cuatro silenos con odrecillos de los que mana una salsa sobre unos peces que nadan tal que estuvieran en una acequia, un jabalí descomunal adornado con un gorro de liberto y con una espuerta de palma en cada colmillo, una con dátiles secos y otra con dátiles frescos, lo adornan lechoncillos de mazapán, al trinchar un esclavo el jabalí, salen volando tordos de él, se habla entonces de ventosidades y de que no hay que evitarlas, que alguno murió por aguantarlas: “ninguno de nosotros ha nacido sin raja”, dice el anfitrión; siguen las sorpresas en la comida y luego se cuentan otras peripecias que siempre es mejor leer en el libro.

Quien tiene dineros, navega con viento seguro y tempera la suerte a su albedrío. Cásese con Dánae, y podrá hacer que el propio Acrisio crea lo que Dánae. Componga versos, declame, increpe, y lleve todos los pleitos y sea más que Catón. Jurisconsulto, disponga del “Concluye, no concluye” y monte tanto como un Servio y un Labeón. Estoy hablando mucho; pero cualquier cosa que quieras, deséala con dinero por delante, y vendrá a tus manos. Una arca guarda encerrado a Júpiter.
….
Volaban en el intermedio los vasos de vino puro.

Saca Enotea un falo de cuero que fue untado todo alrededor de aceite y pimienta en polvo y de semillas de ortiga machacadas; luego lentamente empezó a metérmelo por el culo (laguna en el manuscrito original) con este mejunje la inexorable vieja rebozó luego mis muslos…”

En fin, Satiricón, de Petronio, es un libro cruel y desalmado que nos muestra una realidad histórica de nuestra raza, también dura e impiadosa. Terrible.

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Existe una versión cinematográfica del texto de Petronio. Una adaptación libre y surrealista que, para algunos, no deja de resultar un experimento de luces y colores que conserva algo de aquella depravada historia original.

Fotogramas de la película surrealista Satyricon (1969), de Federico Fellini
Particularmente, la encuentro, en ocasiones, casi insoportable, aunque contiene una excelente dirección fotográfica.

Uno de los momentos que sí retrata con fidelidad la cinta de Fellini es el de arriba, en el que se manda a un cocinero guisar un cerdo enorme, y, al presentarlo a los comensales, se descubre que, por las prisas, el cocinero olvidó destriparlo. Trimalción ordena azotar al culpable, pero los invitados piden que se le perdone. El cocinero abre entonces el vientre del gorrino y de él salen despedidas salchichas y morcillas (la desmesura en el Sariricón está aquí muy bien retratada).

También aquel amor entre hombres adultos y adolescentes queda patente en las imágenes de este reinvento de Fellini, su Satyricon (1969).

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Edipo Rey, de Sófocles:

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Satiricón, de Petronio:

Hoy vamos a estudiar juntos un poco de la que se tiene por muchos como primera novela moderna de Occidente: Satiricón.


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